Los cambios asustan, especialmente cuando no los deseamos. Sin embargo, la vida de encarga de «empujarnos» y sacarnos de nuestra zona de confort. Muchas veces, tras una etapa de dificultades llega una de tranquilidad. Tomas aire, respiras intentado asimilar y disfrutar de la nueva situación; y de nuevo, llega la incertidumbre, el desasosiego, la intranquilidad.
Todos los días superas dificultades, tomas decisiones, te enfrentas a tus dudas saliendo airoso. Pero qué ocurre cuando las pruebas parecen superarte. Qué sucede cuando, de repente te conviertes en un malabarista lanzando y moviendo tus frentes abiertos como si fueran pelotas de colores intentando mantener el equilibrio sin que se caiga ninguna.
No, no es fácil. En ocasiones, la tensión, el estrés que supone esta situación, lleva a la angustia, a la ansiedad, al miedo, al bloqueo. En estos momentos, en mi entorno cercano, varias personas están viviendo una época de malabarismos de vida, de frentes abiertos que se suceden uno tras otro. Al igual que muchos de vosotros, y de tí, también he pasado por etapas similares; algunas, más duras y complicadas, y otras que se resolvieron con más facilidad.
El huracán llega de repente y sin avisar. Tal vez hayas vivido un cambio de trabajo, de ciudad, de problemas de salud, de la situación económica, de rupturas o reencuentros amorosos, de la pérdida de un ser querido… Tu vida cambia en un instante. Todo lo que te parecía seguro se resquebraja y sientes miedo.
La vida ofrece la oportunidad de avanzar, de crecer, de evolucionar. A veces, lo pone fácil, casi en bandeja con situaciones llevaderas y cómodas. En otras, pide que salgas de tu zona de seguridad, te enfrentes a tus miedos, que dejes de lado las mochilas que no son tuyas, y elijas ser tú, fiel a ti mismo. Te pide que mires y vivas la vida con otros ojos, con otra mirada, con otro enfoque. No siempre resulta fácil saltar al vacío, cambiar de hábitos y desapegarse de las personas, de lo que crees, sientes y considerabas.
Aunque no tienes por qué pasar por ello, a veces puedes sufrir crisis de ansiedad, sentir miedo, soledad, tristeza y angustia, padecer estrés y depresión. Puedes sentirte superado por todo lo que vives. Si es así, busca ayuda profesional, te apoyarán y guiarán en este proceso. Recuerda, no estás solo.
Las crisis obligan a eliminar lo viejo y lo caduco, ya se trate de ideas, pensamientos, creencias, apegos, sentimientos, personas, bienes, etc. Son oportunidades que posibilitan volver a conectar con quién eres, descubrir y redescubrirte, darte cuenta de tus cualidades y de tu fuerza interior. Ayudan a reordenar tu vida, tus prioridades. Y además a cuidarte, a armonizarte y equilibrarte.
Hay un antes y un después de una crisis. El cambio propicia la transformación y la transmutación. Ya no eres el mismo. Algo ha cambiado por dentro. Llega una nueva apertura de conciencia que te permite ver la vida con un nuevo enfoque más real, más nítido.
Es posible que notes que eres más asertivo, que encuentres en el sentido del humor tu ancla ante las tormentas. Descubres que llorar además de limpiar los ojos y los pulmones, limpia el alma. Descubres que no estás solo. Compruebas quién está a tu lado y te quiere de verdad y quién está por compromiso. Descubres que eres más tú, que estás más conectado a tu yo interior, que te escuchas más y mejor. Descubres que estás en sintonía contigo mismo.
Tras la tempestad viene la calma. Date tiempo, se paciente, cuídate y ámate. El caos, el miedo, la soledad, el bloqueo acabarán por pasar, aunque a veces, vuelvan para saludarte y recordarte que debes permanecer atento, que la vida te pone, nos pone, a prueba y que puedes salir reforzado de ellas.
Atrévete a confiar en tí mismo, vuela, crece, avanza, evoluciona. Merece la pena.