Ya se ha iniciado el desconfinamiento provocado por el coronavirus. Y la verdad, cuánto se agradece pasear fuera, en la calle, aunque sea un ratito. Ves otras caras, escuchas otras voces, dejas de contar los pasos que das en el pasillo de casa, y sobre todo, sientes como el aire fresco acaricia tu cara.
Estos días han dado mucho de sí y aún lo que seguirán dando. Este período me ha servido para escucharme, para conocerme mejor a mi misma, para resintonizarme conmigo, para observar y disfrutar de lo que soy y de lo que tengo.
Afortunadamente, no he vivido un aislamiento duro ni difícil. Ha habido días más complicados que otros, altibajos y momentos en que no me aguantaba a mi misma, pero también ha habido mucho aprendizaje y agradecimiento.
Me he adaptado con relativa facilidad a las nuevas circunstancias. Las primeras semanas hacía kms. por el pasillo de casa buscando estar activa y hacer ejercicio. Mi cuerpo lo agradeció mucho. También noté otros beneficios. El andar se convirtió en algo más, en una meditación activa que me permitió observar mis pensamientos y mi estado emocional.
Caminata tras caminata fui conectando con mi Yo, mi mirada fue más profunda y sincera. Me preguntaba: ¿qué es lo que quiero en mi vida?, ¿qué necesito?, ¿qué me falta o qué me sobra?, ¿dónde quiero estar y hacia dónde voy?, ¿cuáles son mis metas?, ¿cómo me siento conmigo misma y en relación a los demás?, etc. Fue un trabajo interesante y revelador. Porque una cosa es lo que crees que tienes y quieres; y otra, es la realidad; a veces coinciden ambas y otras, no.
De vez en cuando, toca hacer revisión de uno mismo de la manera más sincera posible. No siempre resulta fácil indagar en tus sombras, aunque merece la pena el intento sobre todo, cuando descubres que hay más luz en tu vida de la que pensabas.
Mirar hacia dentro a calzón quitado, me ha hecho darme cuenta de dónde tengo que poner más atención para no disiparme, de qué aspectos quiero potenciar de mi misma, cuáles quiero trabajar y pulir y además, encontrar la manera de llevarlo a cabo.
A lo largo de este confinamiento he podido hablar con muchas personas y sigo haciéndolo, que han compartido conmigo sus preocupaciones, miedos, ilusiones, metas y deseos. Cada persona es un mundo y ante circunstancias tan duras y difíciles como las que estamos viviendo, sacamos lo mejor de nosotros aunque a veces no lo valoremos o reconozcamos como se merece. Una parte importante de mi trabajo consiste en recordar que contamos con las herramientas necesarias para salir adelante, para florecer y avanzar en la vida.
Todo este proceso del confinamiento, me ha ayudado a valorar aún más a mi entorno, tanto a los que están cerca como a los que están lejos. Una vez más la distancia no ha sido un impedimento para estar unidos, recordar, compartir, reír, en definitiva, para ser y estar. La tecnología se ha convertido en una aliada acercando a quién estaba lejos. Ha hecho presente lo lejano. Agradezco de todo corazón la paciencia, el amor y el cariño con el que me han tratado, cuidado, acompañado y amado.
De esta mirada interior me quedo con varias reflexiones; pero la más importante, es la de recordar que el poder siempre está en uno mismo. Ese poder, es la fuerza que tienes, esa que hace que te levantes cuando caes, llores cuando lo necesites, rías hasta que salgan agujetas, busques ayuda cuando lo necesites, valores el camino recorrido… Se siempre amoroso contigo mismo, ahí reside la clave de tu poder.
Sí; elijo quedarme conmigo misma. Me escojo a mi, me escucho, me observo, me valoro, soy fiel y leal a mis ideales, a mis metas. Me animo a pesar de las dificultades, me escojo a pesar de los miedos, me motivo y animo ante las dificultades. Y sobre todo, me amo siempre, en todas las circunstancias y situaciones.
Y tú, ¿qué has aprendido?.