Navidades sin nuestros seres queridos fallecidos

La muerte de un ser querido siempre deja huella, cicatrices y heridas, independientemente de la época del año en la que estemos. Existen fechas más complicadas, en las que los recuerdos, las emociones y sentimientos se agolpan y estrujan al corazón. Todos las conocemos, aniversarios, cumpleaños, vacaciones, Navidades…

No hay una regla que diga cómo tenemos que vivir estos días tan especiales. Afrontar estas fechas va a depender mucho de nuestro estado de ánimo, de cómo estemos llevando el duelo, del apego que sintamos hacia nuestros seres queridos.

Nuestros seres queridos están en otro plano, en el que el amor lo es todo. Los sentimientos y emociones están vinculadas al amor, a la tranquilidad, a la paz y la calma. Ellos no viven como nosotros los sentimientos a flor de piel. Simplemente, aman y comprenden. Es mucho más sencillo para ellos que para nosotros. No se enfadan si colocamos o no un plato en su sitio en la mesa de Navidad, ni si lloramos o reímos recordando su ausencia. Ellos cantaran si cantamos, reirán si reímos y nos consolaran cuando lloremos.

Vivir la Navidad sin la presencia de nuestros seres queridos puede ser duro. Podemos hacerles un pequeño homenaje al pensar en ellos en cómo la vivían, en cómo la disfrutaban, recordando su alegría, su risa, su presencia. Eso no significa que no lloremos o nos duela. No hay que forzar nada, ni tampoco disimular por los demás.

No quiero olvidarme de todas aquellas personas que lo están pasando mal, que están sufriendo y sienten un dolor profundo por la pérdida de sus seres queridos. En estos casos, seamos pacientes con nosotros mismos, démonos mucho amor. No nos sintamos obligados, ni nos presionemos en celebrar nada que no que podamos o queramos. Cada duelo es distinto, cada uno tiene su proceso y su ritmo.

Cada uno de nosotros vive la muerte de sus seres queridos de manera distinta. Ninguna es mejor o peor, es diferente. Algunos prefieren no hablar de ello, porque les duele; otros en cambio, necesitan hacerlo, porque necesitan sacar su dolor.

En los últimos seis años, he perdido a tres familiares muy cercanos y queridos. Mis padres se fueron en el mes de noviembre de diferentes años; mi madre apenas hace un par de semanas y, mi suegro, un 1 de enero de hace tres años.

Este año la Navidad será un poco más especial estando la muerte de mi madre tan reciente. Todos ellos, mis padres y mis suegros, estarán muy presentes estos días, al igual que siempre lo están en nuestro corazón y pensamientos. Serán muchas e intensas las emociones que viviremos estos días. Recordaremos las historias que contaban, escucharemos las canciones que les gustaban y, habrá brindis en su honor.

El día de Nochebuena mi madre preparaba un riquísimo pastel de puerros. Se convirtió en toda una tradición, más de 25 años haciéndolo. Ella sabía que me encantaba y solía hacerlo con todo su cariño. Este año, tampoco faltará este pastel sobre la mesa. Aunque seguramente, no sabrá tan rico como el suyo.

Podemos vivir la Navidad, recordándoles, sintiéndoles, hablándoles desde el corazón. Quién le apetezca puede encender una vela, poner un disco que les gustara, escuchar su canción o villancico preferido. También podemos estar en silencio, poner una foto suya que nos guste, llevar su jersey favorito. Todo ello es por y para nosotros. Ellos no lo necesitan; saben que les llevamos en el corazón, que están en nosotros, en nuestros pensamientos, no necesitan nada más que eso. Saberse amados y queridos.

No debemos olvidar que la vida sigue, que tenemos un camino que continuar aquí en la tierra a pesar de su marcha y que ellos, nuestros seres queridos, quieren y desean vernos felices. Nos ayudan con su amor a que lo consigamos, velando y cuidando de nosotros. Son amor, son luz y si abrimos el corazón sentiremos con fuerza su presencia a nuestro lado.